Capítulo 2

Abrió los ojos "¿irreal?", se preguntó confundido, levantandose de la cama caminando hacia el baño, se miró en el espejo y observó sus ojos, unos ojos negros, con una mirada penerante, llena de tristeza, confundida ante el mundo.

Duchándose despertó oor completo, recordando que no era un obrero mas, sino un solitario escritor, uno que no ha tenido el éxito que tanto anhela, pero por lo menos tiene para comer diario. Se dirijió hacia la cocina y se preparó su café y unos huevos revueltos para almorzar, encendió el televisor en el noticiero, el cual informaba que un hombre de 37 años había matado a toda su familia en una reunión, asesinó a sus padres, a sus hermanos, a sus sobrinos, a su esposa y a sus hijos, no dejó a nadie con vida excepto él, quien fue encontrado sentado en el sofá, con la cabeza decapitada del menor de sus hijos, arrullandola, diciéndole "todo va a estar bien", callando a los policias diciéndoles : "Sshh... lo van a despertar, ¿que no ven que está descansando? El noticiero informó que lo sentenciarón a cadena perpetua en un manicomio del condado.

La televisora mostró la fotografía del individuo... completamente anonadado, soltó su taza dejandola caer y rompiendose en pedazos, pues aquél asesino era el mismo de su sueño, aquel hombre moreno que reía como un psicópata. Alterado ante aquel suceso, solo pudo mentalizarse que era una simple coincidencia, pero una parte de él seguía preguntándose "¿Y si no fue así?", por lo menos ya tenía algo que escribir, una historia de un hombre que no soporta la presión del mundo exterior y enloquece cada día más con el paso del tiempo, llegando al punto en el que asesina a toda su familia sin mostrar rastro de piedad.

Comenzó a escribir los primeros párrafos, pero se le acababa la inspiración rápidamente. Era invierno y el frío era intenso, tomó su abrigo y salió de su casa, una casa de tamaño regular, no era lo que él soñaba, pero por lo menos tenía un techo donde vivir, una casa de concreto pintada de amarillo canario. Ya afuera comenzó a caminar por las calles, observando a todo el mundo, no le gustaba salir, sentía que todos lo observaban, que todos hablaban acerca de como se veía, se sentía amenazado por las miradas de las personas, pero a pesar de todo el trataba de ignorar esos pensamientos que él sabía que no eran ciertos.

Siguió caminando, dirijendose a una vecindad, sucia, maloliente, con una docena de niños jugando en sus patios, se acercó al cuarto con el número 37 y tocó la puerta, un instante después salió un hombre con barba de candado, de un aspecto no muy descente, se le quedó mirando y preguntó :
-¿Cuánto quieres hoy?
- Lo de siempre, ya lo sabes- contestó. El hombre de la barba de candado sacó de sus bolsillos una pequeña bolsa de plástico llena de mariguana, el cual él lo recibió y le pagóy se fue alejándo, dejando la vecindad atrás.

Regresó a su casa, cerró la puerta y abrió las ventanas, fue a su escritorio y buscó una pipa, introdujo la droga en la misma y la prendió, fumó una y otra vez, empezó a sentir la boca seca, le costaba pasar su propia saliva, su panorama se tornaba confuso, sentado en su sofá se quedó pensativo. Después de una hora aún bajo el efecto de la droga, se levantó, se encaminó nuevamente hacia su escritorio, abrió otro cajón y sacó un revolver, el cual guardo con cuidado en su pantalón y volvió a salir. Una vez más se encontraba en las calles de ese tranquilo vecindario, volvió a sentirse amenazado por las miradas de todas las personas.

No soportó más, tomó el revolver e hizo caso a ese sentimiento que le quemaba en el pecho, ese sentimiento al que aquel hombre del noticiero obedeció, a aquel sentimiento llamado... humanidad.